domingo, 6 de marzo de 2011

Atala en la tumba

No dejamos, de momento, el mundo del arte. El Museo del Louvre de París, escenario de infinidad de manifestaciones artísticas que han dado la vuelta al mundo, incluyendo un best-seller y su posterior traslado a la gran pantalla, recoge en una de sus salas la que, personalmente, considero una de las representaciones más bellas del situadas entre el neoclasicismo y el preromanticismo: El entierro de Atala, de Girodet-Trioson.
Se trata de una pintura basada en la novela de Chateaubriand  Atala ou les amours de deux sauvages dans le désert, publicada en 1801 en su primera edición y en 1805 en su versión definitiva. El escritor sitúa su historia en la época de Luis XIV, en la provincia de la Nouvelle-France, que se extiende desde La Floride hasta Les Rocheuses. Un joven indio, Chactas, decide volver a su vida salvaje tras haber vivido durante unos años en la ciudad española de San Agustín con el nombre de López. Durante el viaje de retorno es apresado por los miembros del clan de los Muscogulges. Poco después aparece en su vida la joven Atala, india convertida al cristianismo, que consigue liberarle. Debido a su enamoramiento repentino y con el objetivo de  mantener su voto de castidad, Atala se envenena y muere en los brazos de Chactas.


 


Uno de los grandes atractivos de esta obra es que representa una historia que contiene el espíritu del siglo XIX: el amor imposible, típico del Romanticismo, como principal protagonista del relato. El drama de Atala se encuentra precisamente enmarcado en la voluntad del sacrificio inspirado por la religión cristiana. Se resume en una lucha entre los valores atemporales, espirituales y sagrados de la fe y los temporales, profanos y sensuales del amor: la virginidad y pureza de Atala y su voto solemne de preservarla.

Os propongo, para finalizar este pequeño análisis, centrar la atención en el mensaje impreso en la piedra, situado en la parte superior central, que acogerá los restos de Atala hasta el final de sus días: ‘j’ai passé comme la fleur’, j’ai seché comme l’herbe des champs’ (he muerto como una flor, me he secado como una hierba del campo). Esta fugacidad del tiempo es la que parece que Girodet-Trioson ha sorteado con el simbolismo de su obra, centrado en una doble moral que hoy en día podemos observar en diversos sectores de la sociedad y la vivencia del momento, ese carpe diem o tempus fugit que muchos adquieren como filosofía de vida, como si de un gran descubrimiento contemporáneo se tratase... 

2 comentarios:

  1. Fue el cuadro que sin conocer la historia de Atala mas me conmovio en el Museo del Louvre. Ahora 20 años descubro la historia de Atala y Girodet la plasmo en este cuadro que me trasmitio ese dramatismo sin conocer la historia

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